100 peliculas que debes bajar: N°1 - The Wrestler (2008)
“The Wrestler” -ganadora del León de Oro a la mejor película en el pasado Festival de Venecia- es la última entrega de Darren Aronofsky (“Pi”, “Requiem for a Dream”), en donde un sobresaliente Mickey Rourke encarna a Randy “Carnero” Robinson, una especie de Shawn Michaels en la postrimería de su carrera, que sigue viviendo gracias al clamor de sus –cada vez menos- fans y al cual los excesos de la vida le están pasando la cuenta. Estrellándose contra la lona mediante una de las mas complicadas llaves: la del ocaso.
En los 80’s, Randy “Carnero” Robinson era el emperador de la lucha libre estadounidense, el patrono de los Main Event, el puto amo del cuadrilátero. En los 80’s sus batallas contra “Brian Hazard” o su clásico rival, el iraní “Ayatollah”, provocaban el éxtasis y la devoción en los wrestlemaniáticos. En los 80’s Randy gozaba de gloria y satisfacción. En los 80’s Randy era Dios. Pero los 80’s terminaron…
Hoy, 20 años después de su apogeo, la verdadera batalla del viejo Randy es contra sí mismo. Contra un corazón hecho mierda por sobredosis de valiums y esteroides que está pasándole la cuenta y le impide seguir luchando. Contra un corazón hecho mierda por una vida solitaria en donde el rechazo de su hija lo daña más que cualquier costilla quebrada, en donde la miseria de los escasos dólares obtenidos en peleas de tercera clase apenas sirven para pagar el arriendo de una casa rodante, en donde el lapdance de una stripper es tal vez lo más cercano a lo que se entiende como amor.
Pero Randy no está dispuesto a dar el Tapping Out en esta batalla. El Pinfall de las adversidades no lo eclipsará tan fácilmente. El Countout no puede llegar hasta 10.
En “The Wrestler”, Mickey Rourke (”Rumble Fish“, “Nine 1/2 Weeks“) encarna al inmortal arquetipo cinematográfico del luchador americano dispuesto a dar una última embestida. Un luchador que vive gracias al recuerdo de un pasado glorioso, y al que el presente se le hace cada vez más trágico e insostenible por ya no ser el mismo de antes. Un ser que sigue viviendo sólo por y del cariño de sus fans. Un ser disociado junguianamente entre Persona y Sombra.
Pero el verdadero protagonista de “The Wrestler” no es Randy Robinson, sino Mickey Rourke, el actor. El mismo que se sirvió a Kim Basinger en ‘Nueve semanas y media‘, el mimado por Bukowski, Robert Rodriguez, y Ford Coppola, el que grabó con David Bowie en los ochenta y a comienzos de los noventa abandonó su prominente carrera actoral para dedicarse al boxeo, realizando así el verdadero sueño de su niñez, el que le significó una etapa de batallas y desdichas personales desde donde rescató el trágico ocaso plasmado en “The Wrestler”. Una etapa que Darren Aronofsky conocía y pretendió metaforizar con la elección de Rourke como protagonista.
Elección completamente acertada (que tuvo bastantes dificultades por parte de Warner Brothers) que hace soñar actualmente a Mickey con un preciado Oscar.
Por momentos el director newyorkino parece contarnos la historia casi como si se tratara de un documental. La cámara sigue a Rourke/Robinson por las calles, se detiene cuando esta a punto de llorar o perder el control, y expone a sus contiguos como si estuvieran testificando y exorcizando sus sentimientos contra él. Cada gesto, cada mueca, cada suspiro, cada silencio y cada estruendo son capturados con una crudeza y delicadeza abismal.
Sin necesidad del abuso de los característicos juegos de edición de sus pasados trabajos, Aronofsky es capaz de sostener “The Wrestler” mediante una tremenda y convincente actuación de Rourke, un notable desplante narrativo y una exquisita banda sonora cargada del rock ochentero de bandas como Quiet Riot, Scorpions, Cinderella y Guns N’ Roses, en donde “Sweet Child O’ Mine” suena apoteósica al mezclarse con una gallada efervescente que clama por la salida al ring de Randy “Carnero” Robinson.
El Carnero de la gente.
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